«La calma, la tranquilidad y la paciencia son los aliados del viajero en África» dijo Moravia, y para mi, este caso, fue especialmente paciencia, 8 años de paciencia pero al final, llegó. Estando de safari en Uganda hice un trekking para ver chimpancés de la que nunca me olvidaré:
Cuando estábamos en nuestro vehículo, a pocos metros la entrada del centro de visitantes, vimos 6 chimpancés cruzar el camino. Entonces no había que perder tiempo y alistarnos para salir inmediatamente en búsqueda de nuestros primos no tan lejanos. Por suerte ellos, los chimpancés no se habían ido lejos. A unos 40 metros de entrar en el bosque denso, vimos colobos blancos y negros moviéndose por las ramas de los árboles. Detrás de esos monos, de 4 dedos, divisamos chimpancés quienes, en silencio, se movían tanto por el suelo como por las ramas de los árboles. Yo ya no tenía dudas, los chimps estaban de cacería.
Si, aunque antiguamente se pensaba que los chimpancés eran vegetarianos, hoy en día se sabe que comen carne si tienen la posibilidad de cazar. El silencio del bosque fue interrumpido por un sinfín de gritos, los chimps habían acorralado y atrapado a un colobo bebé. Su madre quien había podido escapar, regresó para intentar recuperar a su cría y fue atrapada también. En un forcejeo entro dos machos, la colobo adulta cayó al suelo a tan solo 5 metros de donde me encontraba. Pocos segundos mas tarde se acercó cautelosamente por el suelo un chimpancé macho, agarró a su presa, ya muerta, de la mano y desapareció entre la maleza del bosque denso. La fuerza de los chimpancés es tal que descuartizan a la presa sin ninguna inconveniente.
Los gritos no cesaron, al principio eran gritos de cacería, y de pánico de los colobos, luego fueron gritos de machos adultos peleaban entre sí, mientras que las hembras y los infantes, también a los gritos, pedían algún pedazo de carne a los machos de alta jerarquía.
Por momentos regresaba el silencio y solo se escuchaba, la rotura de huesos. Habría unos 35 chimps disfrutando del festín. Cuando ya quedaba menos carne, pudimos ver claramente, en la rama de un alto árbol a Mawa, el macho alfa, comiendo, El tenía la cola y parte del costillar del colobo, a su lado había dos chimps adultos pidiéndole respetuosamente algo de carne.
Mawa tenia una cicatriz notoria en el labio superior, ser el macho alfa había tenido su precio.
Estuvimos con ellos más de una hora, y debíamos dejarlos solos en su bosque. Aunque no queríamos, tuvimos que irnos. La experiencia fue increíble y para mi fue la mejor visita de chimpancés que he tenido. Mi querida Africa nunca deja de sorprenderme.
Javier Remon