«África es una zambullida en la prehistoria» Moravia

Entrar en SUR SUDAN fue difícil y salir aun peor. En Kampala, Uganda, tuvimos que hacer uso de nuestros contactos para conseguir la difícil visa Sudanesa. Unos días antes y con otros contactos habíamos conseguido, en Nairobi, Kenia, la visa del GOSS (Gobierno del Sur de Sudán).

En dos vehículos todo terreno cruzamos Kenia e ingresamos en Uganda, al norte de este país y al acercarnos a Sudán fueron desapareciendo lentamente los poblados. A medida que nos abríamos paso en un angosto y polvoriento camino empezaban a aparecer carteles que advertían de la existencia de minas terrestres. No había duda, estábamos cerca de la frontera.
Una vez dentro de Sudán y con dirección Juba (Capital del GOSS) comenzamos a ver armas con frecuencia, cruzamos varios tanques destruidos y habían maquinarias rastrillando los costados del camino en búsqueda de minas terrestres.

Juba es una ciudad bastante precaria, ha crecido mucho en los últimos anos y es extremadamente cara. Allí los hoteles ofrecen un cuadrado de plástico con aire acondicionado y baño compartido por más de 100 dólares. En el hotel donde estuve, se alojaban desde trabajadores de ONGs a ex-combatientes de Irak, que se dedican el tráfico de armas.

Tuvimos que iniciar tratativas con el ministerio de vida salvaje y turismo para conseguir los permisos y salvoconductos para llegar por tierra a un Parque Nacional prácticamente desconocido. Íbamos en búsqueda de la segunda migración de mamíferos más grande de África y de tribus que conservan intactas sus costumbres y vestimentas tradicionales. Los vimos, tal como se los podía ver hace cientos de años, ya que al no estar influenciados por las costumbres de los blancos, se encuentran en un estilo más puro.

Pocos blancos habían seguido la ruta que estábamos trazando. No sabíamos cuantos días tardaríamos en llegar, ni si llegaríamos, ya que, no teníamos certeza del estado de las rutas, de todas formas, íbamos en 4×4. Y estábamos convencidos que de la sabiduria de un proverbio Swahili: «donde hay un deseo, hay un camino».

Teníamos presente que en el sur de Sudán hay una paz transitoria, en cualquier momento podía estallar nuevamente la guerra.

Sudán es un país que hasta hace 4 años estaba en guerra civil, los habitantes del norte, son árabes, están a cargo del gobierno y tratan de oprimir y exterminar a las tribus negras que se encuentran por el sur del país. A través de las Naciones Unidas se ha logrado una paz muy buscada, ésta solo pudo ser lograda con el acuerdo de hacer un plebiscito que se realizara en el 2011 y que decidirá si el sur se separará del norte.

El suelo del Parque Nacional Boma y sus alrededores es de Black Cotton (algodón negro) así llaman al barro pegajoso imposible de atravesar en época de lluvia. El difícil acceso a este enorme parque nacional y la inexistencia de poblados en sus inmediaciones fueron los motivos principales para sobreviviesen sus animales durante los 30 años de guerra civil. Gracias a esto, hoy en día, es posible ver 750mil antílopes migrando en búsqueda de pastos verdes por una sabana que tiene casi 2 veces la superficie del Serengeti. Éstas son tierras inhóspitas e inseguras, acá no vienen turistas.

Nosotros éramos 8 Mzungus (blancos) y 2 chóferes Tanzanos, estábamos muy bien equipados con 2 Land Cruiser con GPS, teléfonos satelitales y íbamos protegidos por 2 soldados locales del SPLA (la fuerza militar para la Liberación Armada del sur de Sudán) fuertemente armados, inclusive hasta con granadas de mano. También llevábamos cigarrillos, hojas de afeitar y jabones, para facilitar nuestro derecho de paso o dar como hongos a los hombres armados de las distintas tribus, para caerles en gracias y así evitar que nos los exigieran apuntándonos con sus armas automáticas. Desde el Ministerio nos habían obligado a llevar dos soldados, que fueron de gran utilidad, ya que, un par de veces hombres armados hicieron señas para que nos detengamos, pero al ver que íbamos con custodia militar cambiaban su postura, nos daban paso y caminaban hacia un costado de la ruta.

Entre pozos, saltos y bamboleos fuimos cruzamos ríos y montanas en nuestros 4×4, lentamente ingresamos en un territorio olvidado y muy poco visitado, comenzamos a ver tribus, pero en el sentido tribal mas auténtico o sea sin la influencia occidental. Cuanto mas nos internábamos en la sabana sudanesa, los veíamos con sus vestimentas típicas de cuero, con mantas o directamente desnudos. Algunos usaban pieles, otros llevaban plumas, varios iban con sombreros y muchos tenían sus caras y el torso con escarificaciones, o sea marcas en la piel de diferentes diseños, eran de las tribus Toposa, Jiye, Murle y Nyangatom.
A ellos nos los cruzábamos al costado del camino, acarreando sus vacas o cabras con un palo en una mano y un arma automática en la otra. Los que no iban con una AK 47, llevaban arcos y flechas, e inclusive unos pocos iban con lanzas. Normalmente ellos van a pie de un pueblo al otro y no es raro que caminen 150 kilómetros en 2 días. Los veíamos tomar agua en los charcos del camino ya que los pozos de agua se encuentran muy lejos unos de otros.

Las aldeas parecían sacadas de una película de Disney, eran tan hermosas como sencillas. Algunas chozas estaban sobreelevadas y otras, al ras del piso llegaban a tener dos niveles. Estaban construidas con palos, canas y pajas. Cada aldea estaba rodeada por un cerco con ramas espinosas.

Lamentablemente la única manera de ver la migración de los antílopes, fue volando, ya que pese a estar en época seca, la diaria lluvia matutina abnegó los caminos.

Por este motivo, decidimos ir cuanto antes a visitar las tribus de la zona. Contratamos porteadores e hicimos un trekking hasta un poblado Kachipo, son primos de los Surma, usan platos en los labios y en las orejas. Ellos comentaban que nosotros éramos los primeros blancos que llegaban hasta esa aldea. Tuvimos suerte, ya que esa noche estaban de fiesta, mientras las mujeres terminaban de preparar cerveza casera, los hombres charlaban al rededor del fuego. Cuando comenzaba a caer la noche llegaron mas Kachipos de otras aldeas, comenzaron los bailes y cantos, éstos a veces fueron acompañados por disparos al aire. Lentamente la fiesta se torno un poco mas agresiva y pasada la medianoche cuando percibimos que algunos de ellos no estaban felices con nuestra presencia, decidimos irnos a dormir, desde nuestras tiendas de campaña, que estaban dentro de esa aldea, seguimos escuchando sus cantos y disparos durante varias horas mas.
A la mañana siguiente fuimos en búsqueda de otras tribus y pasamos un par de noches con los Toposas, que tienen impresionantes escarificaciones y unos poblados de ensueño.

Las escarificaciones se las hacen con un cuchillo o un elemento punzante. Se dibujan diferentes motivos sobre la piel, y sin dejar que cicatricen del todo, se las vuelven abrir. Así, lo repetirán una y otra vez. Cuantas más veces se abran la herida, más relieve tendrá la cicatriz posterior. Otra forma para ganar más relieve, es ponerse hierbas sobre las heridas. Estas cicatrices no son solo adornos corporales, cada una transmite mucha información: la tribu, el status social, el paso de la infancia a la madurez, las hazañas del portador… etc. Por poner un ejemplo, a veces cada línea que se marca en la piel hace referencia a los enemigos que se han abatido.

Regresando a Juba se rompió el diferencial trasero de uno de nuestros vehículos, la lluvia no cesaba, los caminos se pusieron más difíciles y quedamos aislados por el agua y el barro durante dos días. La comida y el agua comenzaron a escasear, para cenar compramos gallinas a los pobladores y tuvimos que enviar a un Toposa hasta el siguiente poblado para que nos trajera agua, ya que nuestro estomago no resistiría tomar agua de los pozos del camino.

Un cura misionero nos remolcó con un tractor 30 kilómetros hasta un camino principal. Desde esta ruta solo pudimos avanzar cuando, por suerte, paro de llover, pero los charcos y pantanos del camino se habían multiplicado y aparecieron ríos en lugares impensados. Varias veces tardamos más de 2 horas en sacar los vehículos del barro o de los ríos. Así regresamos a Juba con 3 días de retraso, algunos de mis compañeros de viaje ya habían perdido sus vuelos, pero yo como regresaba por tierra, me retrasé aun dos días mas reparando los todoterreno para poder por fin, regresar a Uganda.

 

Javier Remon

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